Naturaleza

Lodos de potabilizadora: filtros naturales para reutilizar aguas residuales con fines medioambientales

lunes, 31 de mayo de 2021


ETAP La Prensa (Foto Aguas de Valencia)


Un adecuado tratamiento de los lodos que surgen en el proceso de potabilización del agua puede dar una segunda vida a este recurso natural esencial, creando, por ejemplo, humedales artificiales que ayudan a regenerar espacios naturales de gran valor ecológico.


"Estos lodos hacen de filtro natural para la eliminación de nutrientes, contaminantes emergentes y patógenos de las aguas residuales y poder utilizar el agua nuevamente para otros fines medioambientales", señala en una entrevista a Efe Miguel Añó, técnico de proceso de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de la Presa, en Valencia


"El proyecto surgió de casualidad, pues fue a raíz de que se nos estropeara el sistema de bombas centrífugas para la potabilización del agua descubrimos todo lo que podíamos conseguir y solamente utilizando recursos naturales", manifiesta Añó.


En esta ETAP, que trabaja con agua del río Turia y del canal Júcar-Turia para suministrarla después a Valencia capital y alrededores, descubrieron que al separar manualmente el fango proveniente de estas aguas e introducirlo en área de secado empezó a crecer vegetación, "quizás de las propias semillas que llevaba el agua del río Turia", afirma.


"El que nos abrió los ojos de verdad fue Miguel Martín Monerris, del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia, que vio que ese sustrato que se había generado podía servir perfectamente para crear humedales artificiales para tratar el agua depurada", añade.


La capacidad adsorbente de estos lodos, que en este caso son limos y arenas del propio río, junto a la sal de aluminio que se utiliza en la coagulación del agua, permite eliminar de ella todo el fósforo, además de nitrógeno, sustancias prioritarias, contaminantes emergentes, patógenos o microplásticos, y hacerla otra vez útil.


"Esto significa que, además de reducir los costes de la gestión de estos residuos, gracias a su reutilización les damos una segunda vida funcionando como sorbente de fósforo en el postratamiento de aguas residuales", incide Añó.


A partir de ahí lo que hace al ETAP es crear lo que se dice un sustrato activo, intentar prepararlo en la mayor cantidad posible, hacer un estudio económico y medioambiental para la producción, y aplicarlo después en unos humedales artificiales que van a hacer en la urbanización de Los Monasterios y en el pueblo de Carrícola, en la Comunidad Valenciana.


"Para crear este sustrato primero tenemos que transformarlo, secarlo de forma natural -aquí en Valencia tenemos una climatología muy buena para eso- y después lo que hacemos es alterarlo con un molino de arena a una granulometría definida, que es la que más va a absorber ese fósforo", remarca el técnico.


Y es que el fósforo es un nutriente que, de no regularse, al hacer un vertido de agua depurada en un cauce lo que puede causar es la eutrofización, es decir, "que crezcan algas y este tipo de sistemas que quitan el oxígeno, y que pueda ser perjudicial tanto para el agua como para la fauna y la flora".


Al hablar de esa economía circular, limpia y sostenible en la que a partir de un residuo como estos lodos o fangos se pueda reutilizar este agua regenerada para fines ambientales, entra también, precisamente, este fósforo, que puede servir para crear fertilizando y "alargar así también la vida de este residuo".


Pero lo que más interesa es de este proyecto es esta regeneración del agua, pues, con esta tecnología de humedales artificiales en la que se utiliza vegetación autóctona y ese sustrato creado, se puede obtener un efluente que ayude a aliviar el estrés hídrico de muchos barrancos de la Comunidad Valenciana que bajan secos.


También, en el contexto del cambio climático, ayuda a paliar la escasez de agua, a crear ecosistemas acuáticos y una biodiversidad para aves acuáticas y otras especies, como se ha hecho ya en el Parque Natural de la Albufera, en el Tancat de la Pipa: 40 hectáreas de campos de arroz convertidos en un espacio único y protegido. 

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