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Gestión hídrica: claves para una agricultura sostenible en 2022

miércoles, 2 de marzo de 2022


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Ante la falta de lluvias de los últimos meses y la sequía persistente en España, la gestión eficiente de los recursos hídricos con fines agrícolas se muestra como un paso esencial para hacer frente a la escasez de agua y a las consecuencias adversas del cambio climático.


Como principal consumidora de los limitados recursos hídricos de nuestro país, la agricultura juega un papel protagonista para garantizar el abastecimiento de agua tanto para el consumo humano como para el uso agrícola, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad del medio ambiente.



Para conseguir una agricultura sostenible y con mayores rendimientos, resulta prioritario mejorar la eficiencia de la gestión de las aguas en la producción agrícola, especialmente a través de la mejora en el almacenamiento del agua mediante una correcta impermeabilización e instalación de cubiertas para embalses, así como de los sistemas de riego.


La importancia de la gestión de los recursos hídricos


El nuevo año ha traído consigo un patrón persistente de sequía y las predicciones apuntan a una ausencia prolongada de precipitaciones en los próximos meses. El bloqueo anticiclónico que viene atravesando España en lo que llevamos de 2022 amenaza con un escenario de lluvias poco esperanzador, con pronósticos de precipitaciones muy inferiores a la media para el final del invierno y la primavera entrante.


Esto, junto con la fuerte oscilación térmica y las altas temperaturas para esta época del año, así como las ya de por sí nefastas consecuencias del cambio climático, sin duda agravarán la escasez de agua.


En este contexto de sequía, una eficiente y eficaz gestión de los recursos hídricos de nuestro país será fundamental para paliar los efectos negativos de la falta de lluvias, no sólo sobre el desarrollo de la agricultura y el consumo de agua agrario, sino también para el consumo humano ante la escasez hídrica. Sin olvidarnos de que el agua es un recurso natural no renovable, y por tanto, limitado, la adecuada gestión de los recursos hídricos deberá garantizar un uso sostenible del agua y proteger y recuperar la calidad de la misma, tanto para el uso humano como con fines agrícolas o a nivel de ecosistema.


Un uso eficiente del agua permitirá a nuestra sociedad un desarrollo razonable que no se vea frenado ante la falta de lluvias, con la seguridad alimentaria garantizada y sostenible con el medioambiente.


Y en este sentido, debe tenerse en cuenta que en España la actividad agrícola es la principal consumidora de agua, con un uso de en torno al 80% de los recursos hídricos de nuestro país. Por consiguiente, la mejora en las estrategias de gestión del agua junto con las correctas prácticas agronómicas son dos de los factores principales para obtener buenos rendimientos en agricultura, a la vez que ayuda a frenar su impacto en el medioambiente.


Actualmente, debido a la escasez de agua, se considera primordial reducir la huella hídrica con el fin de obtener una agricultura sostenible. Esta huella hídrica es un indicador esencial para calcular la sostenibilidad del uso de los recursos de agua dulce por parte de la actividad agrícola, mostrando el volumen total de agua consumido para la producción agraria. Tal y como nos muestra la huella hídrica de nuestro sector agrario, el crecimiento de los rendimientos agrícolas, unido al aumento poblacional y de los patrones de consumo de nuestra sociedad han aumentado la presión y el impacto sobre el agua en los últimos años, no sólo con un incremento de hasta el 55% sobre su uso, sino también en forma de contaminación por pesticidas, sobreexplotación de acuíferos o alteraciones hidromorfológicas.


Bajo estas circunstancias, el sector agrario y la producción agrícola deben readaptarse en pos de la eficiencia y de la sostenibilidad, reduciendo su uso del agua, previniendo el desperdicio de la misma y evitando su contaminación, a la par que mejorando la eficacia de sus técnicas. Se trata de un desafío para nuestros agricultores, pero a través de la implementación de mejores y más sostenibles prácticas lograrán importantes resultados que mejorarán la sostenibilidad de sus cultivos al mismo tiempo que su productividad


 Entre ellas destacan: reducir el uso de plaguicidas, o en caso de utilizarlos, aplicar medidas de mitigación del riesgo para los ecosistemas acuáticos; eliminar o minimizar el uso de fertilizantes minerales y evitar la escorrentía de los mismos en los cuerpos naturales de agua; ajustar el uso de los fertilizantes a las necesidades reales de cada cultivo y administrarlos adecuadamente; recoger y tratar las aguas grises y residuales para que estas no supongan un riesgo a nivel sanitario ni medioambiental; facilitar la recuperación de acuíferos sobreexplotados alternando los cultivos de regadío con los de secano o de baja demanda de agua; o seleccionar el tipo de cultivo que mejor se adapte a las condiciones de nuestro clima mediterráneo para no basar toda la producción en el agua de riego, entre otras.


Mejoras en la gestión y en el almacenamiento de agua


Junto con estas medidas de readaptación de la agricultura, el papel de la gestión de los recursos hídricos para la actividad agrícola resulta primordial, y no sólo basta con reducir, reutilizar y reciclar el agua. Desde evitar las pérdidas de agua hasta optar por un sistema de riego más eficiente, la gestión hídrica puede optimizarse a través de la implementación de diversas medidas.


Por ello, a continuación, nos centraremos en algunas de las fundamentales mejoras de la gestión del agua en el sector agrario, diferenciando dos elementos: el almacenamiento y el riego


Mejoras en el almacenamiento de agua


A la hora de almacenar el agua para una explotación agrícola encontramos diferentes sistemas de almacenamiento como pueden ser embalses, balsas de riego, depósitos, tanques, etc. Si bien, para que el almacenamiento de agua sea eficiente, debemos asegurarnos de que no perdamos dicha agua almacenada. Y al respecto, existen dos vías principales de pérdida de agua que debemos tener en cuenta y sobre las que debemos actuar: una sería por medio de filtraciones al subsuelo y otra por evaporación.


Para evitar las filtraciones al subsuelo resulta imprescindible, en la mayoría de las ocasiones, una correcta impermeabilización mediante geomembranas. Dichas geomembranas utilizadas en la contención segura del embalse suelen ser de polietileno, material que ha ido ganando terreno y que destaca sobre otras alternativas gracias a sus características, gran durabilidad y coste moderado. Si utilizamos una geomembrana de calidad, y la instalación se realiza por un profesional asegurarán la estanqueidad del almacenamiento.


En el caso de las pérdidas por evaporación, encontramos diferentes alternativas para evitarlas en el mercado de cubiertas para embalses, las cuales se han convertido en una solución vital para este problema e indispensable para conseguir una producción agrícola cada vez más inteligente y sostenible. 


Para ello, hoy en día existen empresas especializadas en la instalación de cubiertas para embalses que reducen la evaporación. Pero, si buscamos la máxima eficiencia, debemos de hablar del sistema de cubiertas flotantes IMCUR. Este se caracteriza por ser un cubrimiento flexible e impermeable capaz de soportar la acción de agentes externos como los rayos UV, el viento y los continuos cambios de nivel de agua, es por ello, que el material utilizado debe de reunir unas condiciones específicas que difieren al material comúnmente usado en la impermeabilización del almacenamiento.


Este sistema logra el 0% de evaporación en el agua almacenada durante todo momento, además de una mejor conservación de la misma. Estas cubiertas flotantes cuentan con las máximas garantías y están diseñadas y construidas de la forma más eficiente posible, eliminando elementos innecesarios.


A su vez, las cubiertas flotantes IMCUR acaban por resultar aún más ventajosas, pues además de conservar el agua almacenada en perfectas condiciones y evitar su evaporación, presentan otros beneficios como son: la eliminación total de algas y de su proliferación, la reducción de la salinidad del agua almacenada, la protección del agua frente a cualquier agente externo como el polvo o cualquier otro tipo de contaminación, así como una mayor durabilidad de la geomembrana anteriormente comentada, pues reduce considerablemente su envejecimiento.


Así pues, apostar por geomembranas en impermeabilización y cubiertas flotantes para lograr una mejor conservación del agua para uso agrícola y evitar pérdidas involuntarias de la misma, supondrá un acierto seguro a la hora de optimizar la gestión de nuestros recursos hídricos, y por ende, de nuestra producción de cultivos.


Mejora de los sistemas de riego


Además de la mejora en el almacenamiento del agua, la mejora de los sistemas de riego de nuestros cultivos resulta igualmente fundamental, ya que el sistema de riego utilizado influye enormemente en el ahorro de agua. En primer lugar, resulta prioritario medir y optimizar el consumo de agua empleada para la producción de los cultivos, así como su procesamiento, diseñando un sistema de riego eficiente. Igualmente, habrán de tenerse en cuenta las necesidades de agua y la disponibilidad de la misma en el momento de elegir el tipo de cultivo que vamos a producir.


A su vez, debemos controlar que el agua utilizada sea localizada y en su justa medida, ajustando para ello las dosis de riego a las verdaderas necesidades del cultivo. Y en la misma línea, conviene poner atención sobre el momento de realizar los riegos para evitar de nuevo la evaporación del agua, sobre todo si utilizamos el riego por aspersión, en cuyo caso, regar durante las primeras o las últimas horas del día será lo más eficiente.


En cualquier caso, si entendemos la eficiencia en el riego en referencia al sistema capaz de obtener una mayor producción con la mínima cantidad de agua, el riego localizado, en concreto, el riego por goteo sería el óptimo. Se trata de una técnica de riego localizado o por microirrigación que resulta muy útil para aportar tanto agua como nutrientes en zonas de cultivos. Este sistema suministra el agua a través de goteros de poco tamaño y en forma de gotas que acceden directamente a la zona radicular de cada cultivo.


Gracias al empleo de este método de riego se reduce considerablemente el consumo de agua, especialmente en comparación con el riego de superficie, aumentando el rendimiento del cultivo y reduciendo la salinización de los suelos. A su vez, si analizamos las necesidades de agua de los distintos tipos de cultivo en cada temporada, contribuiremos a eliminar o reducir el despilfarro de agua.


Por otro lado, aunque conozcamos las necesidades hídricas de un cultivo, este se verá enormemente influenciado por el tipo de suelo donde se encuentre. Cada terreno es capaz de retener determinada cantidad de agua y esto influirá en la dosis y las frecuencias de riego. Para conocer la capacidad de retención de agua del suelo cultivado, nos serán de gran utilidad las sondas de humedad. Este sistema de medida nos permitirá conocer la presencia y la cantidad de agua a distintas profundidades a través de sensores de monitorización y digitalización de la humedad; pudiendo entonces y en función de los datos variar las dosis de riego ante una eventual evapotranspiración del agua o ante la escasez o abundancia de lluvias.


Uniendo estos dos sistemas, el riego por goteo y las sondas de humedad, el seguimiento de la producción agrícola será completo y con un balance hídrico adecuado, donde cada cultivo recibe la cantidad exacta de agua que necesita en el momento en que la necesita, dependiendo del tipo de suelo donde se encuentre cultivado, de la superficie de sombra, del tamaño del mismo cultivo o de su punto de marchitez, etc.


Con todo ello, y en vistas de garantizar tanto la seguridad alimentaria como la gestión sostenible de los recursos hídricos con fines agrícolas, el manejo de las aguas ha de basarse en un enfoque integral de agricultura sostenible, que haga hincapié en la gestión del agua, junto con la del suelo, los cultivos, los fertilizantes, etc. Este deberá incluir la optimización del sistema y del calendario de riego, abogando preferentemente por la técnica de riego por goteo, empleando otros mecanismos como sondas de humedad y siempre vigilando las necesidades específicas de agua de las diferentes variedades de cultivos, las etapas de crecimiento, los cambios de estación y las condiciones climáticas y ambientales.


Toda esta implementación se verá potenciada por una correcta impermeabilización y por la instalación de cubiertas para embalses, como las cubiertas flotantes, que evitarán las posibles pérdidas de agua, asegurando que esta no se produzca, ya sea por escorrentía, filtraciones al subsuelo o evaporación. Asimismo, si complementamos estas mejoras con medidas como la eliminación o la reducción de los plaguicidas y de los fertilizantes minerales, o la gestión eficiente y segura de las aguas residuales, estaremos potenciando la estabilidad, sostenibilidad y productividad de nuestros cultivos.


En definitiva, en la agricultura sostenible debemos entender la gestión del agua como un círculo cerrado, dónde somos capaces de controlar sin pérdidas innecesarias el agua empleada para el uso agrícola desde su almacenamiento hasta la cantidad exacta que se utiliza para el riego del cultivo.

 

Esto nos hará más eficientes en la gestión del agua y con ello contribuiremos enormemente al cuidado del medio ambiente, al aumento de la sostenibilidad y a la mejora de los rendimientos de nuestra agricultura.


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